Carolina Herrera transforma la pasarela en un mundo rosa
La audacia textil, como siempre, fue irreprochable, cubriendo con transparencias y juegos volumétricos a la "mujer Herrera" (que no es cualquier mujer) y creando una sensación de verano fresco, sin complicaciones ni sudores.
Las transparencias estaban a la orden del día (AP)
Nueva York.- La veterana Carolina Herrera, gran dama de la moda neoyorquina de la señora acaudalada del Upper East Side, se entregó sin complejo a ese rosa (fucsia, rosa palo, rosa chicle) habitualmente asociado a la feminidad más recalcitrante.
Con una primera fila en la que estuvo la actriz Penélope Cruz, Herrera, que nunca ha tenido miedo a ser acusada de conservadora, aprovechó el cambio de sede de la Semana de la Moda para reubicar sus desfiles y hacerlos más elitistas. Esta vez, en su propio barrio y en un museo, la prestigiosa Frick Collection, donde sus diseños de midieron con obras de grandes pintores como El Greco o Rembrandt.
La audacia textil, como siempre, fue irreprochable, cubriendo con transparencias y juegos volumétricos a la "mujer Herrera" (que no es cualquier mujer) y creando una sensación de verano fresco, sin complicaciones ni sudores, reseñó Efe.
Llegada la noche, la venezolana saca su artillería y hoy volvió a ofrecer, al menos, un par de modelos que, sin duda, acabarán en alguna alfombra roja (o rosa) en los próximos meses.
Y como antídoto a tanta alta alcurnia, llegó el a veces genial a veces demasiado petardo Jeremy Scott, que se quedó afortunadamente en la primera categoría con una colección llena de referencias pop y mucho sentido del humor.
El también director creativo de Moschino ofreció un festival de iconos como Brigitte Bardot, Barbarella o las chicas Bond, para elevar a una mujer abonada al minivestido y la maxipeluca, a los charoles, los colores vivos y a un ombligo al aire gracias a la hegemonía del top o incluso algún que otro bolero.
En este divertidísimo guateque, los colores están pasados por un filtro psicodélico, una visión televisiva (con pantallas como motivos para el estampado) o un toque "warholiano" y las texturas brillantes y acharoladas o plastificadas, casi caramelizadas. Un desfile muy dulce y muy picante a la vez.
Con una primera fila en la que estuvo la actriz Penélope Cruz, Herrera, que nunca ha tenido miedo a ser acusada de conservadora, aprovechó el cambio de sede de la Semana de la Moda para reubicar sus desfiles y hacerlos más elitistas. Esta vez, en su propio barrio y en un museo, la prestigiosa Frick Collection, donde sus diseños de midieron con obras de grandes pintores como El Greco o Rembrandt.
La audacia textil, como siempre, fue irreprochable, cubriendo con transparencias y juegos volumétricos a la "mujer Herrera" (que no es cualquier mujer) y creando una sensación de verano fresco, sin complicaciones ni sudores, reseñó Efe.
Llegada la noche, la venezolana saca su artillería y hoy volvió a ofrecer, al menos, un par de modelos que, sin duda, acabarán en alguna alfombra roja (o rosa) en los próximos meses.
Y como antídoto a tanta alta alcurnia, llegó el a veces genial a veces demasiado petardo Jeremy Scott, que se quedó afortunadamente en la primera categoría con una colección llena de referencias pop y mucho sentido del humor.
El también director creativo de Moschino ofreció un festival de iconos como Brigitte Bardot, Barbarella o las chicas Bond, para elevar a una mujer abonada al minivestido y la maxipeluca, a los charoles, los colores vivos y a un ombligo al aire gracias a la hegemonía del top o incluso algún que otro bolero.
En este divertidísimo guateque, los colores están pasados por un filtro psicodélico, una visión televisiva (con pantallas como motivos para el estampado) o un toque "warholiano" y las texturas brillantes y acharoladas o plastificadas, casi caramelizadas. Un desfile muy dulce y muy picante a la vez.
FUENTE: http://www.eluniversal.com/
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