Las llamadas “cajas negras” de un avión son los dispositivos que graban las comunicaciones y parámetros de vuelo de una aeronave con el objetivo de que esos datos puedan servir para analizar las causas de un eventual accidente. EFE
Comenzaron a utilizarse en 1958 y son dos aparatos de unos 4,5 kilos y del tamaño de una caja de zapatos, de color rojo o naranja con bandas reflectantes para facilitar su localización, aunque suelen volverse negras por las llamas cuando el aparato se incendia.
Recubiertas de una armadura de acero con aislante térmico, las cajas negras se sitúan en la cola del aparato porque es el lugar que estadísticamente mejor resiste a un siniestro.
Están preparadas para soportar desaceleraciones equivalentes a pasar de 500 kilómetros por hora a cero en menos de cinco segundos, para resistir una temperatura de 1.100 grados centígrados durante una hora o para aguantar un mes sumergidas a 6.000 metros de profundidad.
“Esas características permiten a los investigadores extraer con éxito los datos de los registros de vuelo tras un accidente casi en el cien por cien de los casos”, explica en su web la Oficina de Investigaciones y Análisis (BEA), que analizará las causas del siniestro ayer del Airbus A320 de la aerolínea alemana Germanwings.
En caso de que un aparato caiga al mar, algo que solo ocurre en el 10 por ciento de los casos, los dispositivos, que técnicamente se denominan Cockpit Voice Recorder (CVR) y Flight Data Recorder (FDR), están diseñados para poder recuperar el contacto con la superficie.
Disponen de una pequeña baliza que emite una señal de radio durante un período de hasta 90 días, antes de quedarse sin batería, y que puede captarse con un radar hasta dos kilómetros por encima del nivel del mar.
El CVR graba las conversaciones de la tripulación, las alarmas y ruidos en la cabina, así como las comunicaciones con la torre de control durante las dos últimas horas de vuelo.
El FDR, por su parte, registra los parámetros técnicos durante las últimas 25 horas de trayecto.
En la aeronáutica existen actualmente dos tipos de tecnologías, las de banda magnética, en vías de extinción, y la de memoria electrónica, similar a las tarjetas Flash SDD de las cámaras fotográficas digitales y que es la que llevaba instalada el avión siniestrado.
Una vez recuperadas, los expertos en siniestros aéreos se encargan de extraer los datos de esas cajas negras que funcionan como la memoria de un avión e interpretarlos para generar “curvas o tablas y hacer cálculos relativos al comportamiento del avión”, precisa el BEA.
Las conclusiones de los expertos, más allá de aclarar un accidente, sirven para actualizar los estándares de seguridad en la aeronáutica y evitar que los mismos fallos puedan reproducirse en otros vuelos.
La investigación del accidente del vuelo de Air France que volaba de Río de Janeiro a París cuando en junio de 2009 se precipitó en aguas del Atlántico, causando la muerte de sus 228 ocupantes, recomendó reemplazar en todos los aviones las defectuosas sondas Pitot, fabricadas por la empresa Thales, y exigir a los pilotos comerciales más entrenamiento simulado en condiciones extremas.
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